A Cristina Kirchner le está pasando lo mismo que a
Menem en 1997: por más promesas y gestos que haga, su final es
irreversible. No obstante ello, la presidenta busca que la paliza no sea
tan brutal en octubre, con medidas insuficientes y cosméticas, mientras
encubre otras, como el escandaloso pacto secreto con la yanqui Chevrón, o el continuo pago de la deuda externa con plata de los jubilados y de todo el pueblo argentino.
El 80% cree que la baja parcial del impuesto al salario
(Ganancias) es puro electoralismo. Y los que sacan cuentas, dicen que
los 200 o 300 pesos que no le descontarán, serán comidos rápidamente por
la inflación. También se anuncian “medidas” contra el trabajo en negro
¡Ahora se acuerda este mismo gobierno que actúa como el mayor empleador
en negro en el Estado!. O inaugura centros culturales en villas donde la
pobreza, la falta de red cloacal o desagües es colosal. Lugares donde
la asignación universal por hijo (la medida más “revolucionaria” según
los defensores del kirchnerismo) ya ha sido comida varias veces por el
brutal costo de vida.
A todo esto se le ha caído por completo el
antifaz “progresista” que el oficialismo mantenía bajo cuatro llaves. Lo
prueban la designación del represor Milani en el Ejército; el aval a la
represión en Neuquen para sellar el pacto con Chevron; la designación
de un personaje de la mano dura como Granados en Buenos Aires (antes
menemista, luego duhaldista y ahora ferviente kirchnerista); un “nuevo
índice de precios” que va a ser presentado ante el FMI (¿no era que ese
organismo no tenía más injerencia en el país con el pago total que le
hizo Néstor Kirchner?); el nuevo canje para los fondos buitre, o el
discurso persecutorio y macartista diciendo que la izquierda se unió con
Repsol para sembrar el caos en Neuquen. ¿No era esa la agenda de la
centroderecha?
Cristina piensa cómo serán los próximos meses con menos
poder, donde tiene que aplicar un ajuste que incluirá aumentos en las
tarifas de luz, gas y casi seguro el transporte. Lo mismo harán los
gobernadores, sean del color que sean. Están tirando todo para después
de las elecciones, mientras millones siguen en la pobreza y sin divisar
ninguna solución a los graves problemas sociales: la inflación que
devora todos los ingresos populares, trenes que desembocan en masacres, o
crecimiento abismal de las villas en más del 50%.
Por eso nadie se traga las supuestas “teorías
conspirativas”, los “ríos de tinta” de la prensa opositora para
“destituir a un gobierno popular”; el golpe que prepara el “círculo
rojo” de la centroderecha al que ya el piquetero D´Elía le puso fecha,
el 8N. Todo para encubrir que el gran gestor de la debacle del peronismo
kirchnerista es su propia base social. 4 millones lo dejaron de votar,
quitándole la mitad del apoyo que le habían dado dos años antes.
Ante esto, como mostramos en las páginas 3 y 5, la
oposición patronal de los Sergio Massa, Binner-Alfonsín o Macri, no son
salida para el pueblo trabajador. En lo central, acompañan al gobierno.
Todos votarían, salvo algunas excepciones, la apertura del canje para
pagar la deuda externa a los fondos buitres.
¿Alguien escuchó a algún candidato de las distintas
variantes en que está dividido el PJ, la UCR o de la centroizquierda
levantar fervorosamente la voz ante el pacto secreto con Chevron? No.
Salvo el Frente de Izquierda. Massa dice ahora que está contra el
impuesto al salario, la inflación y un montón de cosas más, cuando vino
avalando todo eso siendo funcionario de Cristina.
Por eso gran parte del descontento con el kirchnerismo
ha sido capitalizado por el Frente de Izquierda. Los 900 mil votos que
sacó el FIT en agosto, representaron 400 mil más que los logrados en las
elecciones de 2011, ubicando al FIT como cuarta fuerza nacional.
Expresión nacional de voto a izquierda y radicalizado que se acaba de
trasladar a las elecciones estudiantiles universitarias en la
Universidad de Buenos Aires, donde el kirchnerismo sufrió una derrota
aplastante, no ganó ninguno de los 13 centros de estudiantes en disputa,
y la izquierda ganó 8, creciendo enormemente su caudal electoral.
Mostrando que los jóvenes ven que este gobierno es puro doble discurso,
son las víctimas de este modelo, donde 650 mil no pueden estudiar ni
trabajar y por eso castigaron votando a la izquierda.
Por primera vez en años millones consideran que
es “útil” votar a la izquierda para que obtenga diputados que estén al
servicio de los que reclaman, denunciando los problemas sociales sin
solución y brindando una alternativa, con propuestas de fondo.
El Frente de Izquierda propone anular el impuesto al
salario; un aumento de sueldos y jubilaciones al valor de la canasta
familiar; el 82% móvil; que se vaya Chevrón, una YPF 100% estatal y
nacionalización del petróleo y el gas bajo gestión de trabajadores y
técnicos; la reestatización de los ferrocarriles bajo gestión de
trabajadores y usuarios, igual que para el resto de las privatizadas.
Usar los fondos de la deuda externa para salud, educación y viviendas
populares. Nacionalizar la banca y el comercio exterior para evitar la
fuga de capitales.
En octubre necesitamos el apoyo de quienes ya nos
votaron en agosto, y de muchos más. Por diputados de izquierda al
Congreso y en las legislaturas. Para fortalecer una alternativa política
de los trabajadores de la mano de la unidad de la izquierda que tanto
pregonamos desde Izquierda Socialista. Como
mostramos en la contratapa de esta edición, llamamos a sumarse por estos
desafíos, a anotarse como fiscal y a pelear más votos para el Frente de
Izquierda.